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Arte y Naturaleza en Norfolk, Inglaterra

En un reciente viaje a la ciudad inglesa de Norwich y al condado de Norfolk, programé una serie de visitas entre las que se encontraba el palacio de Houghton Hall, una mansión Paladiana de principios siglo XVIII –su construcción empezó en 1722 y fueron sus arquitectos Colem Campbell y James Gibbs– situada en plena campiña, rodeada de bosques y espacios verdes, hoy perteneciente al séptimo marqués de Cholmondeley. Esta residencia cuenta con una rica historia pues fue levantada por Robert Walpole, primer conde de Orford y primer ministro de facto del Reino Unido entre 1721 y 1742.

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Fachada principal de Houghton Hall, con la escalera de acceso, ventanas palladianas y cúpulas en las esquinas.  En el centro, la portada con frontón triangular y esculturas sobre columnas jónicas de orden gigante.

Fue la reina Isabel I Tudor quien contribuyó al que se ha llamado “boom de las casas de campo inglesas” (Country House), alentando a sus cortesanos más ricos a construir palacios en el campo para recibirla en todas los lugares del país. La Casa Burghley, situada en Stamford, Peterborough, construida hacia 1587 por Lord William Cecil, ministro de la reina, fue uno de los primeros ejemplos de este tipo de mansiones donde la arquitectura, las bellas artes y el coleccionismo iban de la mano. Otros ejemplos son Holkham Hall, también situada en Norfolk o el Castillo de Howard, en Yorkshire.

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La Casa Burghley, 1587.
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Holkham Hall, construida hacia 1734 por el arquitecto, interiorista y paisajista inglés William Kent, uno de los creadores del jardín inglés de estilo orgánico y natural.

Houghton Hall, además de ser una de las más selectas casas de campo inglesas se distingue por haber sido diseñada y construida como marco de una colección de arte. Sir Robert Walpole representa muy bien el coleccionismo y el mecenazgo del siglo XVIII en Gran Bretaña, consiguiendo reunir una gran colección de obras de maestros clásicos como Velázquez, Rembrandt, Rubens o Poussin. Sin embargo, tras su muerte, su hijo Horace vendió la colección a Catalina la Grande de Rusia por 40.550 libras esterlinas, una cantidad exorbitante en aquella época.

Hoy esos cuadros se pueden admirar en el Hermitage de San Petersburgo. Pese a todo, Horacio Walpole se recuperó de aquella perdida y se rehízo como coleccionista construyendo Strawberry Hill, una obra maestra Neogótica que se encuentra en Richmond, en el sur de Londres. Su colección era un gran museo de antigüedades, objetos y piezas de todo tipo, que iban de lo curioso a lo exótico, de lo tradicional a lo clásico. Se encargó, asimismo, de dejar documentado para la posteridad la colección de su padre y la suya propia junto con una historia de la pintura inglesa, utilizándose como guía artística para la historia del arte en Inglaterra.

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Escultura clásica en bronce y rica decoración en la escalera de acceso al piso principal.
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Detalle del salón comedor con bajorrelieve sobre la chimenea y arcos de medio punto en mármol de Carrara.

Hace algunos años se pudo ver en Houghton Hall la exposición “Houghton Revisited” en la que la colección original de pinturas vendidas a Catalina la Grande, ahora prestada por el Hermitage, fue colgada en sus lugares originales.

Hoy, el último descendiente de la casa, Lord Cholmondeley (pronunciado Chumley) sigue apostando por el arte, tal y como lo demuestran las exposiciones temporales que se vienen realizando en los últimos años. La última, la del artista británico Damien Hirst (Bristol, 1965) estará expuesta hasta el 15 de julio; pero también hay obras de arte contemporáneo de diversos artistas, en concreto 13 esculturas o instalaciones land art que de manera permanente se encuentran en los espectaculares espacios verdes que rodean Houghton Hall.

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La exposición temporal de Hirst se denomina “Colour Space Paintings and Outdoor Sculptures” y reúne 46 pinturas y 9 esculturas de gran formato del controvertido artista, premio Turner, distribuidas en sus jardines y algunas de sus estancias.

Las pinturas, que no son otra cosa que cuadros de lunares multicolores, están relacionadas con su serie anterior “Spot Paintings” de los años 80. Los 45 cuadros se han colocado en los huecos dejados por otras tantas pinturas históricas de artistas como Thomas Gainsborough y Joshua Reynols, siendo este el aspecto más interesante de la muestra, ya que se advierte enseguida ese juego “espacio-temporal” que propone en las estancias del palacio.

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Detalle de la instalación (escultura cinética) con secador de pelo sobre el que levita una pelota de tenis de mesa, junto a algunas pinturas «puntillistas».
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Detalle de la mesa despacho del salón biblioteca con pintura sobre caballete.

El propio artista dice que sus pinturas de círculos de colores –la primera la hizo en 1986– eran demasiado uniformes, obras que aparentan estar hechas por máquinas porque la distancia entre los círculos es la misma y los puntos cierran a la perfección. Y ahora con el paso del tiempo, cuando se da cuenta que se está haciendo mayor, quiere que se vea que están hechas por humanos, que se noten sus imperfecciones; además ningún punto de cada uno de los cuadros es del mismo color.

En cualquier caso, el resultado de esa descontextualización del arte contemporáneo en un espacio del siglo XVIII, concebido y pensado para albergar objetos artísticos y antigüedades de la época, resulta interesante para incentivar reflexiones en torno al papel del arte en la historia y en la sociedad contemporánea. Si antes el arte estaba al servicio de la religión, de la corona y de la propia aristocracia, hoy el arte se ha abierto a esa multiplicidad de miradas que conforman la sociedad contemporánea. Y cuando vemos estas «puntillistas» pinturas sustituyendo a los cuadros originales, el conflicto surge de inmediato y nos preguntamos hasta qué punto el pasado y la tradición pueden convivir con la innovación y el mundo globalizado.

Se exhiben también algunas de sus esculturas más famosas como Charity, una niña con discapacidad de gran tamaño, Virgin Mother, una figura gigantesca de mujer embarazada que muestra a su hijo en el vientre o un torso masculino de gran altura. En el interior, como ya hemos comentado, hay dos pequeñas esculturas cinéticas de la serie de levitación del artista, con pelotas de tenis de mesa sostenidas por chorros de aire y, en uno de los pórticos laterales del edificio hay un San Bartolomé, tal y como vemos en las siguientes imágenes.

 

Otro aspecto notable de Houghton Hall es el espacio verde que la rodea: praderas de césped que se pierden en el horizonte, frondosos bosques y árboles centenarios que nos dejan abrumados con su rotunda belleza y espectacularidad. El día que lo visité tenía lugar un campeonato de “Cross Horses” que añadió todavía más colorido y vivacidad a una jornada en la que disfrutamos plenamente del Arte y de la Naturaleza reunidos en torno a una casa de campo muy especial, cuyo estilo de edificio, el historiador de la arquitectura Sir John Summerson, etiquetó como «casas prodigio».


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