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Como si de un acróbata se tratara, Manolo Barnuevo practica el ejercicio de la pintura de manera asidua y constante –así mantiene flexibles sus articulaciones a la hora de afrontar el trabajo en el estudio– aunque no sea fácil estar siempre en la proa del barco o sorprender por su novedad a los escasos amantes del arte de la pintura y de lo bello que se acercan a las galerías de arte.

Anotaba Kandinsky que el artista debía cumplir con tres axiomas: 1. Todo artista debe expresarse a sí mismo. 2. Todo artista debe expresar su tiempo. 3. Todo artista debe expresar las cualidades puras y eternas del arte de todos los hombres. ¿Se cumplen estas tres reglas en la pintura de MB? Dado que no soy proclive a asumir juicios ni sentencias por muy versados que sean los magistrados que los enuncian, prefiero dejar abierto el interrogante, máxime cuando al pintor no le gusta ser incluido en una u otra escuela y renuncia a dar nombre a lo que no puede ser dicho (Wittgenstein) por pertenecer al territorio de los sentimientos y de las emociones.

Veo, sin embargo, en la pintura de MB cierto desasosiego expresivo, huidizo, y también cierta melancolía; veo, asimismo, cierta exaltación de las emociones, vivos colores enfrentados en tensiones opuestas, y sobre todo gestos, giros, trazos y líneas enmarañadas que siguiendo caminos laberínticos se saludan, se dan la mano y se alejan buscando una estética propia grata a los sentidos. Encuentro en estas pinturas aquella «armonía de caprichos» frente a la norma a la que aludía el poeta (Rubén Darío) para celebrar el encuentro con el arte de lo nuevo.

Aunque el informalismo y el expresionismo abstracto impregnen su obra, hay un mucho de inquietud y pasión sincera, actual y eterna en la propuesta de tejer y destejer colores, tonos y matices que tornasolan, ora oscuros, ora luminosos, su arte. ¡Pintura, pintura, pintura!

Para una de las piezas expuestas se ha utilizado como materia prima un objeto encontrado (objet trouvé, ready made) que destaca por su gran formato (2,50 x 2,25 cm) y su fuerza cautiva. MB ha fijado su mirada sobre un trozo de lona –abandonado, desechado u olvidado– que conserva la luz del tiempo, y lo ha reciclado y transformado en objeto artístico potenciando así su naturaleza primera. El resultado es, o al menos a mí me lo parece, de una gran potencia expresiva y la imaginación vuela tratando de encontrar una metáfora que lo defina: huella de un objeto que impacta sobre la tela? animal atrapado en la negrura? material de desguace calcinado? un grafiti en las afueras de una ciudad cualquiera?…

Esta pieza resume y compendia a todas las demás, a las que presta sin saberlo un discurso, un orden posible, y mientras recorro la sala que acoge la exposición percibo en ella una melodía en clave de fuga que estalla como una granada en distintas e innumerables notas de color –desde el negro primigenio al rojo sangre, del rosa al amarillo, purpuras, grises, magentas, azules, marrones… que el artista ha reordenado con pasión y oficio. Tengo la sensación de que Manolo Barnuevo es un pintor que, si por nacimiento y formación es un «rostro pálido», por temperamento y voluntad es un «piel roja» consciente de que solo lo que construya por sí mismo será real para él. Y cifra el significado de la pintura en la experiencia pictórica en sí misma, resultado de la acumulación de miles de pinceladas ejecutadas con constancia y sabiduría sobre el papel.

-Imágenes tomadas de la Galería Arquitectura de Barrio en Murcia.

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